EL SIMBOLISMO DEL AGUA EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA

Tanto en la literatura como en el arte se han ido dejando símbolos cuyo significado va más allá del real, muchas veces reflejando sentimientos o maquillando la intención inicial de la obra, haciéndola más atractiva y estética visualmente.  


El agua ha sido y es uno de estos símbolos recurrentemente utilizado por artistas, sin importar la época o movimiento. Muchas veces lo hemos visto representando la vida, en el caso de ser aguas que fluyen, como los ríos, y por el contrario, las aguas estancadas o el mar (al ser el fin del río, y por ello, de la vida) hacen referencia a la muerte.




La isla de los muertos, de Arnold Böcklin (1880); óleo sobre lienzo.
Representa el paso de la vida a la muerte.


Históricamente, la edad contemporánea empieza junto a la Revolución Francesa, en 1789 y se extiende hasta nuestros días, por ello, abarca una gran variedad de movimientos que han ido moldeando y ajustando el agua como símbolo a sus características. Algunos de los significados que ha adquirido son: la nostalgia, la confusión, el misterio, la esperanza y todo aquello que tenga que ver con el mundo abstracto.



Puerto de Hamburgo, Emil Nolde.


En la literatura, lo vemos representado de la mano de Lorca, donde, en su obra teatral Yerma, la lluvia representa la fertilidad (esto tiene su origen en las antiguas civilizaciones y mitologías), o en su tragedia Bodas de sangre, refleja el fluir de la vida. 

Por otro lado, Machado recurre a este símbolo en repetidas ocasiones, manifestado de distintas maneras: el rio y la mar, equivalente a la vida y la muerte, como ya hemos dicho antes; la lluvia como la monotonía y la fuente, como el origen de algo, es utilizado como lugar de encuentro amoroso.
Un ejemplo del simbolismo del agua en los poemas de Antonio Machado:

Fue una clara tarde, triste y soñolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta…
La fuente sonaba.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.

En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.

La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.

Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana.

Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas, hermano?… Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?…
Fue esta misma lenta tarde de verano.

—No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.

Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.

Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

—Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.

Fue una clara tarde del lento verano…
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde dijeron tu pena.

Dijeron tu pena tus labios que ardían;
la sed que ahora tienen, entonces tenían.

—Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruïdo abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.


Acercándonos a la actualidad y a la literatura juvenil, el agua es sobretodo símbolo de tristeza,  representándose en forma de lluvia, gotas o lágrimas, agua salada.
Para ejemplificarlo, en el libro El chico de las estrellas, de Chris Pueyo, publicado en el 2015, hay un capítulo entero en el que relata una ruptura amorosa mediante metáforas, todas ellas mezcladas con el simbolismo del agua.

...

El mar meciéndonos en calma y nosotros tan convencidos de nuestros sentimientos (o eso parecía).
Nos arriesgamos, nos hicimos inmortales, te besé cada trozo de piel en los portales.
Nos empapamos de la bruma de los mares, y sin querernos pisar, nos caímos a pares.
Marineros de alta ingenuidad, creídos capaces de soportar la mayor de las tempestades. De los maremotos, de los sabotajes, lo que fuera.

...

Me gustó ahogarme por ti.
Y creo que no podría haber sido de otra manera, pues yo nunca habría sido capaz de soportar que tú murieras por mi.
Y entiendo que principios de finales siempre tuvimos muchos, pero que finales solo hicimos uno.
Y que llega.
Y que se acaba.
Porque aquella fue la única forma de terminar muriendo en aguas que sabían a ti.

...



Entrada por: Vera.




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